En Francia, por ejemplo, se crearon campos de refugiados, donde las condiciones de vida de quienes no tenían la documentación necesaria para permanecer libremente en ese país –la mayoría– eran muy duras. De las distintas maneras que los republicanos españoles podían abandonar aquellos campos, una posible era que se desempeñaran en compañías de trabajadores extranjeros (dedicadas a construir trincheras en zonas fronterizas). Cuando Francia fue invadida por los nazis en 1940, esas compañías fueron capturadas y algunos republicanos terminaron en campos de concentración alemanes. El exilio fue, entonces, un pasaporte al infierno.