El mural dedicado a la clase trabajadora en la revolución científico-técnica se tenía que haber instalado en Berlín oriental, pero nunca se realizó.
Javier Parra ha aprovechado bien los dos años de paro. Este ingeniero informático reconvertido en diseñador gráfico e ilustrador ha centrado todo este tiempo a hacer realidad uno de los proyectos inacabados de Josep Renau, uno de los principales artistas valencianos del siglo XX, autor de algunos de los carteles más famosos de la Guerra Civil, pero que también tocó otros muchos campos, como la publicidad, el fotomontaje, el diseño gráfico e, incluso, la animación. Además, está claro, del muralismo.
«Renau, después de la guerra, se exilia en México precisamente porque conoce el trabajo de [David Alfaro] Siqueiros y quiere aprender a hacer sus murales. Considera esta disciplina la más importante a la hora de democratizar el acceso al arte, puesto que no hace falta que la gente vaya al museo, sino que es el arte el que va a la gente», explica Parra, quien dedicó su Trabajo de Final de Máster a la obra de Renau y, más específicamente, al mural nunca ejecutado que el artista valenciano quería dedicar en la clase trabajadora en la revolución científico-técnica. «Llegó a tener dos propuestas para grandes murales en Berlín, uno en el Palacio de la República, un edificio que ya no existe, y el segundo en un centro de investigaciones científicas. Pero nunca llegó a concretarse ninguno, así que Renau nunca pintó un mural en Berlín, como sí que hizo en otras ciudades como Halle o Erfurt», continúa Parra.
La explicación oficial a la cancelación de los proyectos era que un hombre solo no podía representar el socialismo y que, por lo tanto, las autoridades de la RDA preferían murales de autoría colectiva. Marta Hofmann, discípula principal de Renau, cree que el problema fue la oposición de los muralistas alemanes, que recelaban de la superioridad técnica del valenciano y temían quedar desplazados.
Así pues, Parra decidió acabar él el trabajo, alquilar una nave en la Ciudad Fallera, pagar todo el material de su bolsillo e invertir dos años a desarrollar la magna obra de Renau, aquella en la cual el artista valenciano condensó «todos sus conocimientos técnicos
La primera opción para exponer el mural es València
«Decidí hacerlo de esta forma –explica Parra- para demostrar que recuperar y reivindicar Renau no es una cuestión de dinero, sino de voluntad. Si hubiera empezado por pedir ayudas públicas, todavía no habría empezado. Ahora, en cambio, el mural está hecho». El próximo paso es conseguir que las autoridades valencianas muestren la misma voluntad para homenajear un de sus artistas más internacionales y le consigan un espacio para exponer la obra. «Soy consciente que no es fácil –reconoce Parra- es un mural de siete metros de alto que hay que colocar en un interior y no hay tantos espacios así, pero todo es cuestión de voluntad». Aunque la primera opción para el mural esté en València, Parra tiene muy claro que «el mundo es muy grande» y que si tiene que buscar lugar en otra ciudad, le sabrá mal, pero lo hará igualmente.